LA ENFERMEDAD DEL PÁRAMO. La historia con la predilección de su función enseña que cada cierto tiempo una epidemia sacude la población, sacando de la humanidad dolor, pérdida, y los más precavidos aprenden después de lidiar con el asedio de las noticias que bombardean a cuenta gotas su paz a no tomar medidas que violen su libertad ni su cordura. También trae a flote el escepticismo de los que no creen que el agua moja o el fuego quema. En el pueblo de Chiguará una joya perdida de los paramos andinos, ocurrió la más extraña de las enfermedades comunitarias. No se transmitía por la respiración, la saliva o el sudor ni las heces. Era tan silenciosa, que no se podía notar manifestación alguna para cortar con la cadena de contagios debido a la ausencia de sígnos de alarma. Sin embargo había un síntoma y sólo se podían manifestar a través de las palabras, sería por eso que los más cerrados en el trato eran los más afectados. Así era Maria Clarisa una joven que había aprendido a mirar solo
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