Malares y
la estrella de Belén
Un mango cayó sobre la cabeza de Malares,
se había comido cuatro; pero el color amarillo dorado de esa fruta se veía tan,
pero tan provocativa que recogió un
puñado de piedras para tumbarla de su gajo.
-¡Camilo Ernesto!
Gritó su madre desde el viejo rancho de
palmas, típico que si su madre lo llamaba por su nombre completo ya Malares
sabía que había un inconveniente por arreglar. Corriendo como el viento se
presenta para ponerse a la orden y así limar cualquier aspereza.
-¿Dónde está el pabilo para amarrar las
hallacas? Donde tú me lo hayas agarrado para hacer papagayos, no voy a hacer
ninguna cena de navidad -dijo su madre con manos en la cintura y cara de pocos
amigos.
-Mami por lo más sagrado que tengo que eres
tú, yo solo lo agarre para guardarlo; porque el gallo pinto lo tumbo de la
mesa.
Eso dijo Malares, lamentando que su plan se
había frustrado. Martin su padre los había dejado a él y a su madre cuando
Malares solo tenía seis años, ya habían pasado cuatro años desde ese mal día
que prefiere borrar de su memoria si pudiera. Extrañaba la sombra protectora de
su papá, tanto que en su carta al niño Jesús pidió dos deseos; que su padre dejara
de ser perseguido por el gobierno y poder ver la estrella de Belén lo más cerca
posible.
-¿Mamá Dónde queda la oficina de correo del
niño Jesús?
-No lo sé hijo, ¿por qué?
-Quisiera saber si leerá la mía.
-¿Qué le pediste?
-Algo muy especial que no creo que me
cumpla.
-Para el que cree todo es posible hijo.
Esa noche un hombre saludo desde la entrada
al patio, vestía con un disfraz de indigente y una máscara, Malares y su madre
se atemorizaron. Pero luego el miedo se fue al oír al hombre más claro.
-Soy Martin, ábranme por favor.
Rápidamente la madre se levanta y abre,
para los ojos del niño no era sólo una visita; era palpar un deseo cumplido.
Esa noche Malares le preguntó a su padre
por el origen del apodo, con toda paciencia papá le cuenta que así se llamó la
vaca proveía la leche para que el tomara cuando enfermó de muerte, casi recién nacido.
Se sentaron a mirar las estrellas en el patio, el cielo parecía que se podía tocar
con las manos.
-Mañana debería aparecer la estrella de Belén
–dijo Martín acariciando la cabeza de su hijo recostado en sus piernas.
-Yo quisiera verla papá, pero eso si bien
cerquita, cerquita que casi la pueda acariciar.
-Te prometo hijo que mañana la veras tan
pero tan cerca, que si te inclinas un poco la tocaras, eso sí debes estar
despierto a la media noche, y pararte justo aquí frente a cerro Cantauria y allí
podrás verla eso sí, prométeme que vas a pedir un deseo y un deseo que anheles
con todas tus fuerzas.
-Te lo prometo papá.
Martín por ideas políticas andaba prófugo,
pero esa noche un vecino lo vio salir de la casa al despedirse, dio parte a la policía
y siguieron sus pasos hasta una cueva que usaba como refugio en el cerro Cantauria.
Esa noche fue localizado por un agente despiadado, quien determinó buscarlo
para la noche siguiente, y apagar la luz de su vida tal vez por rencores del
pasado.
La mesa servida, rebosaba más amor y armonía
que alimentos. A la casa de malares habían sido invitados don Juan Cachalero, Carmen
la costurera y sus ocho hijos pequeños y María Trapichera la niña más hermosa
que los ojos de Malares habían visto; para ser una noche perfecta solo faltaba Martín
y así Malares estaría repleto de felicidad para esperar y ver la estrella, que
vale destacar no sería vista ese año; pero Martín se lo prometió y sucedería.
Martín preparaba en su cueva una bola
gigante de pasto seco, la sujetó de un palo bastante largo; oye pasos que se
acercan en medio de dos rocas. Se apresura para esconderse pero está rodeado
por el despiadado agente y dos hombres más.
-Sé que no tengo salida, pero solo les pido
una última cosa déjenme encender esta bola de pajas, se lo prometí a mi hijo y después
hagan lo que bien les parezca.
Los hombres malvados accedieron, llegada la
media noche Malares se levanta de su hamaca y sale al patio esperando la
anhelada promesa, sus ojos vieron por primera vez la estrella de Belén
esplendida y pidió un deseo, que todos los niños en el mundo tengan la
cobijadora sombra de sus padres. Un disparo rompió el silencio de la noche; un
cuerpo cayó cerca de la ardiente antorcha y una vida se iba extinguiendo junto
con la estrella, pero el poder del deseo arrebató al padre de Malares de los
brazos de la muerte. Así cada año Malares puede ver la estrella de Belén sobre
el cerro Cantauria, en compañía de María Trapichera.
Qué bonito cuento :)
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