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RELATO: "LA PLAGA DE LOS MARTÍNEZ"

 

     LA PLAGA DE LOS MARTÍNEZ.

Eran tierras productivas, cualquiera que las veía se paraba a divisar las casi seiscientas leguas llenas de clorofila esperanza; que traían consigo las jóvenes matas de maíz, en cada muñón de mazorca con barbas tiernas entre un blanco gris combinado con un rosado diamante; también se apreciaba las armadas enredaderas de las frondosas leguminosas, y expresaban al continuar la marcha: “el que trabaja con los Martínez no se muere de hambre”. Así  era  la hacienda “Luz de Martínez” en honor a la matrona y esposa del dueño, el señor Marco Aurelio Martínez; hombre que tenía una extraña combinación en su comportamiento. Era muy tosco en su trato, y también tornado hacia lo vulgar; pero muy ostentoso al momento de adquirir bienes materiales, todos los años renovaba una flota de 10 camiones que estaban al servicio de la hacienda, y ni mencionar su carro personal; para cada cumpleaños se auto-regalaba el modelo del año, lo mismo tenia de costumbre para con sus tres hijos varones y las hijas  mujeres. Todos acostumbrados a vivir de las expensas de la hacienda, pues ni trabajaban para su padre, ni se preocuparon por aprender algo para ser de utilidad a la sociedad.

Una mañana estando el señor Martínez muy temprano en la ciudad para comprar insumos; decidió ya no hacerlo en la misma agropecuaria de siempre, la cual se llamaba “Agro-tecnológica el Avance” pues un sobrino suyo con quien se comunicaba frecuentemente; y el muchacho le exponía su visión revolucionaria para cambiar el mundo, le había metido ciertas ideas negativas sobre la agropecuaria de costumbre. Con argumentos abstractos y envolventes tales como: “esa gente trae todo lo que venden del extranjero, venden más caro y lo de aquí que es más económico; no lo toman en cuenta, no tío compre en la agropecuaria “Los Combatientes del Campo”, esos son de los nuestros tío; puro productos del patio”. El sobrino no había sembrado en toda su vida más que la vana idea que le había taladrado la mente; dejándose llevar se dirigió hasta la popular agropecuaria.

Al  llegar a la entrada le sorprendió un poco la fachada, parecía sacada del libro “lo que el viento se llevó”; al estar dentro, un hombre con una bata que se estaba como desgastándosele  encima le atendió diligentemente. El despachador se identificó como propietario, y entabló una conversación monótona en su mayoría, porque casi no dejaba hablar al ingenuo cliente; quien estaba como entrando en una especie de hipnotismo; inducido por la verborrea del elocuente vendedor. Quien se paseó por varios temas desde la era agraria hasta la dominación mundial por parte de las potencias en los campos de los países más pequeños; esto se le hizo a Marco Aurelio agradable para sus oídos, pero el fin de todo el tenue diálogo era el ofrecimiento de unos insectos que tenían la propiedad de comerse la plaga de los maizales, y con el excremento abonaban la tierra, para aumentar en un 50% la producción. Esto fue definitivamente  impresionante para el ambicioso sentido  del señor Martínez, quien sin titubear dijo: lo compro.

De vuelta a la hacienda, traía una sonrisa en el rostro pues su ego le decía que ahora iba a sacar el doble de los miles de kilos, en comparación a los años anteriores. No sintiéndose capaz de contener la emoción lo contó a los propietarios de las haciendas aledañas, además hacia la respectiva promoción que el vendedor le había encargado, mostrando un frasco trasparente con un pequeño grupo de insectos de color rojo como el carmesí, su aspecto era como de un saltamontes, y en sus cabezas poseían tenazas como bachacos. La etiqueta del frasco decía: “insectos SXXI para cultivo”. La respuesta de sus vecinos fue negativa, expresada con varios refranes:” a perro que no conozco no le toco las orejas”; “mejor malo conocido, que bueno por conocer” “no te metas en camisa de once varas Marco Aurelio”.

A su parecer sus vecinos navegaban en el mar de la ignorancia, simples cobardes que se resistían al cambio. Aprovechando que la siembra estaba en el preciso punto de echar sus vainas y mazorcas, no dudó en soltar los insectos; esperando el basto resultado que le había prometido el envolvente vendedor. Mucha cosecha y eso era sinónimo de dinero.

Llegado el periodo de la recolecta la cosecha se dió como se esperaba, había júbilo en la hacienda, todo era dicha y alegría, todo los que trabajaban con los derivados del maíz, querían hacer negocio con los Martínez. Habían pasado de ser ricos afortunados invaluables,   al centro de atracción económica de la región, a tal  punto que los vecinos que anteriormente se habían negado, venían a preguntar ¿cómo se comportaban los bichitos? “haciéndome  más productivo que el año pasado” era la típica respuesta de Marco Aurelio.

La indicación exacta era la de dejar que los SXXI poblaran todo el terreno, así para el próximo periodo de siembra tendrían el suelo preparado con nutrientes. Se multiplicaron rápido, tanto que hacían una nube cuando volaban alrededor de la hacienda.

Llegado el periodo de plantar la semilla, había regocijo porque se estimaba un resultado igual o mejor; pero ni lo uno ni lo otro, por alguna extraña razón los SXXI dejaron de ser dadores y se convirtieron en voraces depredadores. Cada semilla que germinaba  era consumida por lo que ahora llamaba Marco Aurelio “la mal nacida plaga”, ordenó repetir el proceso en  tres oportunidades pero cada una tuvo el mismo final; la pérdida de la inversión era irrecuperable.

La vida cambió para la familia Martínez, los lujos quedaron en las fotografías y en el recuerdo de su señora y sus sietes hijo, obligados a trabajar en haciendas ajenas al igual que sus antiguos obreros. Ahora entre sus vecinos cuando se da una mala cosecha suelen decir a manera de lamento: “me cayó la plaga de los Martínez”.

Hasta el presente aún se puede ver a Marco Aurelio con ropas harapientas como si se le desgatara encima, con una fumigadora de mano tratando de echar la plaga que le desgració la vida. Todo un fracaso tan solo por comprar ideas de progreso en un frasco. Del dueño de la agropecuaria se sabe que ahora importa productos para su negocio, y comenta entre sus amigos a manera de chiste, como arruinó a los Martínez.

 

 

 


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