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ZAQUEO, BUSQUEDA Y CAMBIO. BASADO EN LUCAS CAP. 19


                                   ZAQUEO, BUSQUEDA Y CAMBIO.

Me encontraba sentado sobre mi sofá de madera importada, en la sala de mi casa; pensaba en las tantas riquezas que he acumulado; al mismo paso que mis posesiones crecían, también crecían mis enemigos. No soy un experto economista, tampoco un emprendedor exitoso, ni mucho menos un empresario; solo soy el jefe de los servicios tributarios de la ciudad, por eso la gente me odia porque del trabajo de sus manos sale mi ganancia.

Pero ya nada de lo que estaba haciendo por muy lucrativo que fuese no me llenaba; quería algo diferente, es más estaba casi seguro que no quería seguir disfrutando de la negra alegría del dinero obtenido fácilmente. No había sido un hombre muy creyente; pero vaya que ese hombre llamado Jesús había llamado mi atención; recuerdo el día que vino a mi ciudad. Las avenidas estaban colapsadas; parecía una fecha de temporada alta, los carteles invadían los postes, las emisoras anunciaban que Jesús de Nazaret a quien también le llamaban maestro, vendría a la localidad a predicar su mensaje. Muchas personas con muletas, otras en silla de ruedas, otros traídos por sus familiares en camillas se formaban en fila a la orilla de la avenida principal, desde la noche anterior; pues a juicio de ellos, ese hombre traía la solución que  buscaban.

Al amanecer del esperado día, serví un café y un pan con queso me senté frente al televisor, puse el canal de noticias, decidí cambiar la programación, pues solo hablaban de la visita del predicador. Quería ver algo entretenido, pero retrocedía por alguna extraña razón,  a la noticia de la llegada del hombre a la entrada de la ciudad.  

Entonces pensé; ¿qué tal si ese hombre que llaman el maestro me puede ayudar a cambiar esta vida que ya no quiero seguir?. Dejé el pan y el café sobre la mesa de la sala y tomé mi moto Harley, y me dirigí a la entrada de la ciudad, de haberlo hecho en el auto me hubiera retrasado por el tránsito. No sé si tal vez era una alucinación, pero sentía que debía darme prisa; llegué al lugar, no era cualquier concentración era un rio de gente; estaban los que venían a buscar de El pero también los amarillistas que estaban solo para desprestigiarle.  Allí mi pensamiento fue uno solo, tengo que verlo que tal y esta sea la única vez que venga a la ciudad; estacioné la motocicleta debajo de un sombrío sicómoro, me pareció estratégico pues la marcha que envolvía a Jesús se dirigía hacia el, y mis ojos querían percibir el rostro de aquel judío del que todos hablaban. Me subí al árbol; ya que soy un hombre de estatura poco favorecida en altura y la multitud no me dejaba ver. Subí a lo más alto del árbol, allí logré divisarlo; ni todo el dinero del mundo me había causado tanta satisfacción ante mis ojos, como aquel hombre; era como si un sol de sanidad y paz habitara en su ser.

 Acercándose al árbol apretado entre los marchantes, levantó su mirada y la fijó en mí, para mayor asombro sin conocernos me dijo: Zaqueo, date prisa, baja, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.

Descendí, sintiendo un leve temblor en las piernas, pues entre tanta gente me había nombrado a mí, entonces no era para menos mi emoción.  Los conduje hasta mi mansión, les abrí la puerta principal completamente, mandé a mi mayordomo a preparar un banquete para Jesús y doce hombres que lo acompañaban. Nos sentamos a la mesa me miró y me dijo: hoy ha venido la salvación a esta casa.

Esas palabras me dieron la llenura que tanto buscaba, repartí mi riqueza a los pobres. Me aparté de esa vida llena de oscurantismo y miseria humana; ahora vivo con una paz inmensa, tengo menos pero he recibido más, desde aquel día, que no solo entró en mi casa, también entró en mi corazón.   

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