SUEÑO DE 40 DÍAS.
Me senté cansado en mi cama; luego de haberme dado un refrescante, puse el canal de las noticias; estaba oyendo al periodista decir que un nuevo virus estaba azotando a la comunidad oriental, me recosté sobre mi almohada, pensando ese cambio que se avecinaba para el mundo; el reporte según los expertos era catastrófico y, los pronósticos muy llenos de miedo e inseguridad. Me quedé profundamente dormido y como en un viaje brindado por una agencia especialista en viajes al futuro con calidad de 5 estrellas; me llevó al centro de la ciudad; una pantalla gigante apareció frente a mí y, una voz me decía: observa todo lo que ocurre y ocurrirá en el mundo.
Comencé a ver las imágenes más críticas que haya visto
jamás, las plazas, los parques, los cines y todos los lugares de esparcimiento
social estaban vacíos, los niños ya no volvieron a juntarse entre amigos en la
escuela, los ancianos, sobre todo los ancianos ya no se podían reunir en sus
clubes de abuelos, la voz decía: ellos son los más vulnerables.
Las principales ciudades, parecían ciudades escénicas de una
película post- apocalíptica; mi mayor asombro fue la imagen de los hospitales. Oh!
Dios mío, me coloqué las manos sobre mi cabeza, las ganas de llorar me
invadieron, nunca había sentido tanto dolor por la humanidad. La voz me decía: no
llores, a mí me ha dolido más, solo espero que de esta lección aprendan, esto
en realidad no es lo peor que viven como humanos; pero a diferencia de sus
actos, esto será pasajero.
las calles de repente se empezaron a llenar de carrozas fúnebres,
con cientos de cuerpos. Pregunté atónito a la voz ¿de dónde vienen tantos muertos?.
Me respondió: unos son consecuencia de la enfermedad, otros
son producto de una decadencia mayor; la irresponsabilidad, contra lo demás abra
cura, para ese mal no porque es propio de cada uno.
Veía a las personas con los rostros cubiertos, los
gobernantes con desespero declaraban confinamiento. Para unos el encierro era
lo mejor, pues tomaron provisiones y cerraron sus puertas, para otros había que
tomar una decisión, morir por la virosis de escala mundial ó morir por la
pandemia milenaria del hambre y el desempleo, allí entendí la descripción gráfica
del proverbio popular “las dos caras de
la moneda”.
Me habló de nuevo la voz: cuando despiertes esto que has
visto, habrá sido cierto oirás testimonios de como fue el cambio brusco para la
humanidad, despertaras algo desorientado; pues han pasado cuarenta largos y
multiplicados días. Veras al abrir los ojos que yo he sanado la tierra.
Me desperté al instante, el televisor estaba encendido y el
reportero decía: fueron días amargos para la sociedad. Pero ya se respira un
nuevo aire, aire de libertad la humanidad entera se ha inmunizado. Se quitó la
mascarilla y la lanzó al contenedor de basura, como símbolo de victoria contra
el invisible enemigo. Me puse en pié fui
a la orilla del mar, la gente parecía tan contenta como si habiendo salido de
un cautiverio volvían a sentir la tranquilidad en su rostro. Me senté sobre una
roca, y solo dije gracias Dios sé que fuiste tú.
Muy bonito relato Dios nos permita ese día donde ya todo haya pasado ..
ResponderBorrarCreo que ya estamos cerca del fin de esta pandemia. Con la ayuda de Dios
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