Con otro certero disparo el candado quedó destrozado, al
levantar la escotilla sus ojos miraron atónitos una habitación de quizás unos
dos metros cuadrados y en una esquina una mujer con pies y manos atadas; la
ropa rasgada ojos vendados y se notaba un aspecto palúdico, degradado, un ser
ultrajado como un animal salvaje. Laceraciones en los hombros, sin poder
expresar un grito aunque lo deseaba; pero se lo impedía una sucia mordaza. Al verla
don Anastasio su corazón entro en sobresalto.
-¡Anamelia mi niña!- gritó Anastasio con toda la esperanza
de haber encontrado con vida la luz de sus ojos.
La habitación no tenía entrada de luz, lo que dificultaba
identificar plenamente si era Anamelia; el comisario llega consternado por los
disparos, pidiendo que le aclararan lo ocurrido.
-encontramos a la muchacha comisario, la queremos soltar
pero esta oscuro no vaya a ser que la cortemos- expreso Anastasio rebosante de alegría.
- no le vayan a picar el mecate todavía, aquí tengo una
linterna- buscando diligentemente en un bolsito su foco de mano, dijo el
comisario.
La luz del foco trajo también una oscuridad personal para Anastasio;
no era Anamelia, habían encontrado a la nieta de doña Paola. Llegaron como los
don Quijotes en rescate de la desvalida Dulce Inea, era una pieza clave esta joven
para encontrar al pervertido secuestrador. Saliendo de la abandonada casa, el
comisario encontró una tarjeta de presentación que decía: POSADA TANUBIO. Se la
guardó en su bolsillo sin decir nada más, para no cegar a don Anastasio y fuese
a tomar una mala decisión contra el comprador de ganado; que justo se había marchado
del pueblo a la desaparición de la nieta de doña Paola.
La joven encontrada no sirvió de mucho para dar con el monstruo,
pues no había podido ver en la oscuridad el rostro de su opresor, el médico de
la localidad certificó que la joven había sido abusada sexualmente.
El comisario sigilosamente fue a abordar al comprador de
ganado, y le pidió una razón creíble del porque esa tarjeta estaba en los
predios de la propiedad de los Heredia, el hombre expresó una razón que lo sacó
del cuadro de la sospecha. Le contó que comprando unas reses en el fundo la Romereña;
un obrero que se identificó como trabajador del hato de don Anastasio lo ayudo
a embarcar los animales y, le pidió si tenía una tarjeta de contacto de la
posada.
Al tener este indicio, fue contarle a don Anastasio y le
propuso preparar una emboscada en el viejo camino real; por si el malhechor
decidía ir esa noche a las ruinas. No sin antes ir donde el sr Heredia para
preguntarle si él había ido en esos días a la vieja fundación, a lo que aseguró
no haber ido desde el invierno. Puesto el plan en marcha, al llegar la noche se
ocultaron al lado del antiguo camino debajo de un árbol de aceite gacho muy frondoso, pasadas quizás las
8 de noche con luna clara divisaron en dirección al hato el Roble un hombre de
vestiduras similares a las que el encargado había descrito. Al acercarse a la
oscura mata los guardianes intentaron sorprenderlo, lo tomaron por la ancha
guayabera, pero sigiloso el hombre se zafó de la camisa y partió en una
violenta carrera perdiéndose en el espeso pajonal; dejando además de la
guayabera un cuchillo tendido en una mata de espinas, el mismo que en la
empuñadura tenía las iniciales A.R.
-este es el cuchillo de mi compadre Argimiro- dijo Anastasio
como si le hirviera la sangre
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