Pasada una semana sin más noticias de Anamelia, silente don Anastasio
entraba al corral cada madrugada, como
cuerpo que le faltara el alma. No encontraba sabor al café mañanero, parece que
se le había arrancado por manos inhumanas un pedazo de su alma viviente. Y por
las tardes se iba en compañía de su escopeta a peinar la zona donde se habían encontrado
la bicicleta, la esperanza renacía cada
tarde en su corazón pero moría cada ocaso, vacía sin encontrar más que los
matorrales secos y una que otra paraulata cantando en las ramas de
los arbustos.
La bodega de don Argimiro era como el centro comercial del
pueblo, toda información que no llegara a los predios de la surtida taguara,
era porque aún no había ocurrido. Muy de mañana llego un camión 350 con jaula
ganadera, como en aras de comprar ganado; una chispa de sospecha se levantó en
don Argimiro, pues era el mismo hombre que anteriormente había estado
comparando ganado, cuando desapareció la hija de doña Paola. Como un centellazo
se le vino un pensamiento macabro al
viejo bodeguero sobre el visitante. El comprador era un hombre que a simple
viste se podía notar que era un hombre de ciudad, con una estatura distintiva
pues era un hombre bastante alto, con barba de aspecto a un vaquero de esos
tejanos. se acercó al mostrador sonando el tacón de sus botas de cuero
puntiagudas, contra el rustico piso de la entrada del local. Luego de saludar
al estricto bodeguero; pidió un refresco haciendo alegoría que quería mitigar
el calor causado por el ya reluciente sol de la mañana, típico cuando ya está
por arreciar el verano. Al suspender el brazo
para tomar su primer trago, cargaba la empuñadura de la camisa manga larga con un
dobles, lo que dejo ver ante los ojos de don Argimiro unos rasguños en el
antebrazo; que eran compatibles con otro similar que sobre salía del cuello de
su vestidura.
A lo que don Argimiro no vaciló en preguntar.
-¿usted como que duerme con gato compa?
A lo que el hombre responde de manera segura.
-esto fue con una mata de espina que tenía la doña de la
posada, y la ayude a cortársela pero parecía una tigra esa mata. Y eso que ya
se me han sanado, ya tengo una semana que llegue; las tenía peor eso fue por la
mañanita cuando venía llegando al pueblo.
Este relato quedo retumbando en la consternada mente Argimiro. CONTINUARÁ....
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